Recuerdo que comencé mi andadura fotográfica publicitaria en 2002, antes siempre dedicado a la fotografía infantil y de eventos. La inmediatez con la que exigen los trabajos las agencias de publicidad es bastante estresante, los encargos siempre en el último momento y todo siempre para antes de ayer.
Por eso me decidí por comprar una de las primeras réflex pro digitales con tan sólo 4MP lo más innovador por aquel 2002, cuando todos los fotógrafos de la época renegaban de la inminente transición analógica a la digital con argumentos como que no daban suficiente calidad, que el trabajo de edición era demasiado, y no era rentable dedicar tantas horas sentado delante del ordenador.
Empecé realizando fotografía de producto y bodegones, poco después ya realizaba algunas campañas con modelos y otro tipo de trabajos más creativos, es cierto que algunos requerían inevitablemente que echase mano de mi aparatosa cámara Zenza Bronica de formato medio.
Pero conservo aun aquellos trabajos con los que me abría camino en este mundo tan apresurado de la publicidad, muchos de ellos con excelentes resultados, este ejemplo es la prueba de que la cámara no hace al fotógrafo, además de tener los medios adecuados se necesita visión, experiencia, formación y en definitiva oficio. Por supuesto hoy en día ya nadie discute que las cámaras digitales son muy ventajosas.
…siempre que no fallen las baterías.